Ese gran monstruo llamado miedo.

"El hombre que tiene miedo sin peligro, inventa el peligro para justificar su miedo."
Alain

Muchas personas antes que yo han dicho que el miedo es algo importante en nuestra vida. Sin duda, el miedo es una de las herramientas más usadas para garantizar la seguridad de los niños, cuando les enseñamos, a través de él, que no se debe jugar con cuchillos, tijeras y fuego, pero también es útil para nosotros, los adultos, para no poner en peligro nuestra vida o para no correr riesgos innecesarios.

Por extraño que parezca, y desde mi punto de vista,  el miedo es algo positivo. No estoy hablando del pánico o la fobia, claro, porque tanto lo uno como lo otro son muy intensos y generalmente necesitan tratamiento. Hablo más bien del miedo que todos sentimos, aquel que viene acompañado por un ligero estremecimiento. Este miedo tiene un lado positivo, porque nos hace crecer, cambiar y superarnos. El miedo no es más que un mecanismo de autoconservación, y una de las cosas que hace es ponernos alerta. Con miedo, somos más conscientes de nosotros, del entorno y del mundo. ¿Te has dado cuenta de que cuando temes algo le prestas más atención, para no hacer tonterías? Todo lo que hacemos con cierto recelo lo hacemos también con más cuidado. Para tomar alguna decisión que implique algún riesgo, por ejemplo, el miedo a equivocarnos hace que busquemos más información, que pidamos la opinión de alguien o simplemente que seamos más cuidadosos, y eso desde luego es algo muy positivo.

El miedo también provoca que las personas se muevan de vez en cuando. Si la vida fuera un remanso de paz, si nada nos amenazara ni amenazara nuestro puesto de trabajo, ¿estaríamos siempre evolucionando, siempre aprendiendo? Lo dudo. Porque con los tiempos que corren, es decir, la crisis, ha hecho que más de una persona sea más productiva en su trabajo por miedo a perder su puesto. ¿No es cierto? Otro punto positivo más para el miedo.

Hay que distinguir dos tipos de miedo: el legítimo y el transmitido.  Por un lado están los miedos legítimos, como el miedo a quedarse sin trabajo —y éste es el peor enemigo de la autoestima—, el miedo a padecer cáncer o el miedo a ser abandonado. Algunos incluso pueden acabar haciéndose realidad, porque acabamos creándolos, al final nuestros ojos ven lo que estamos buscando. Sea como sea, se sufre porque la persona siente el mismo miedo aunque no sea real. Por otro lado, está el miedo que ha  sido transmitido, como el miedo a lo desconocido, al fracaso, al ridículo, a lo que otros piensen de ti...Y suele ocurrir que estos miedos adquieren proporciones exageradas y nos apartan de las oportunidades reales, del éxito, al obligarnos a ser tímidos, inseguros, no asertivos. 

Del mismo modo que puede ser positivo, también puede ser negativo. Mina nuestras fuerzas, porque actúa en base a ellas; sofoca nuestros anhelos, nos paraliza; bloquea nuestra creatividad, haciendo que todo se vuelva gris, y, finalmente, compromete nuestra evolución natural. 

Al igual que yo, tú también fuiste educado para ser íntegro, responsable, competente y para tener éxito. Asumimos como propios los ideales de bienestar de la sociedad a la que pertenecemos y, de este modo, aprendemos a dar valor al reconocimiento económico y social por nuestros esfuerzos. Pero no debemos temer las críticas de los demás, ése es su problema, no debemos temer el fracaso, porque forma parte del juego; no debemos temer el cambio, lo desconocido, porque basta saber que cuando las cosas no suceden como queremos es porque sucederán mejor de lo que pensábamos.

Sólo podremos hacer frente al miedo cuando lo reconozcamos. Es fácil decirlo, ¿no? Lo difícil es ponerlo en práctica. Hacemos cualquier cosa para disfrazar nuestros miedos, para no tener que enfrentarnos a ellos, incluso negar que los sentimos. Son innumerables las situaciones en las que acabamos con las manos húmedas, con el estómago revuelto y el corazón descontrolado. Pero nos decimos a nosotros mismos que no es miedo, que sólo estamos un poco tensos, algo nerviosos. Es miedo. Todos sentimos miedo, pues se trata de una emoción tan natural y tan inherente al ser humano como cualquier otra.

Además del miedo a morir y a sufrir una enfermedad grave, ¿de qué tienes miedo? Admítelo, no te avergüences. Admítelo porque no lo vencerás mirando a otro lado. Debes mirar a tu interior, preguntarte sobre tus miedos y averiguar si son tuyos (legítimos) o proceden de otras personas (transmitidos).Y a continuación, enfréntate a ellos. 

También es importante que te preguntes si lo que sientes es miedo o falta de confianza, porque detrás de todo cambio y de todo miedo a lo desconocido se esconde aquella sensación de falta de fe en tus conocimientos, en tu poder personal o en tus habilidades. O puede que no reconozcas tus habilidades, y si no te enfrentas a los desafíos nunca las reconocerás. Si te permites enfrentarte a las situaciones que te provocan miedo estarás alimentando tu autoconfianza. Enfréntate a tus miedos uno a uno, primero a los más pequeños, después los mayores, y así aumentará tu confianza en ti.

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