"Sólo se posee aquello de lo cual uno puede desprenderse; de lo contrario no se es poseedor, sino poseído."
Anónimo
Por eso no es extraño que muchos psicólogos nos hayamos interesado en los clientes habituales de Apple y nos hayamos preguntado si, por ejemplo, tener un iPhone nos hace realmente felices.
Desde hace años las campañas publicitarias que ha realizado Apple para lanzar sus productos al mercado, han hecho que se conviertan en auténticos objetos de deseo. Además han logrado que sus objetos representen un determinado estatus social e indiquen que su propietario está totalmente a la moda. Yo misma he podido observar como muchos y muchas propietarias de iPhone, iPad o iPod afirman que sienten una conexión especial con otras personas que poseen los mismos productos.
Un interesante estudio de la Universidad de Swansea (Reino Unido), reclutó a 241 personas con edades comprendidas entre los 18 y los 25 años. Su objetivo: evaluar la satisfacción que sentían respecto a sus reproductores de música.
Los resultados mostraron una tendencia muy interesante. Entre las personas que poseían un reproductor de una marca diferente a Apple, el nivel de satisfacción con la vida no estaba relacionado con la marca. Sin embargo, entre quienes poseían un iPod, el nivel de satisfacción si guardaba relación con la marca.
Obviamente, este estudio posee numerosos errores metodológicos ya que existieron diferentes variables que no fueron controladas. Además, no responde del todo a la pregunta que os he planteado al inicio: ¿puede un iPod/iPhone/iPad hacernos felices?
Pero en realidad, ya se ha demostrado que la felicidad que proviene de los objetos no suele ser duradera. Es decir, cuando compramos el objeto y este representa una novedad, nos sentimos felices pero conforme nos acostumbramos a su uso, esta felicidad desaparece. Obviamente, no debemos confundir la felicidad con la satisfacción que brinda el uso de un producto. El hecho de que una persona crea que pertenece a un grupo restringido o que está a la moda, no implica necesariamente que sea más feliz.
Alguien que nos puede acercar un poco a la respuesta es Ruseel Belk, que en la década de los ’80 propuso la teoría del consumo cultural, según la cual consideramos algunas de nuestras posesiones como una extensión de nosotros mismos. Si a esto le sumamos que para muchas personas jóvenes el tener un smartphone desempeña un papel importante ya que es una expresión de su identidad, podremos comprender por qué tener un iPhone se relaciona con su nivel de felicidad. Es decir, que todas las posesiones y la apariencia de un individuo reflejan su personalidad.
Por otro lado, Alfred Adler defendió la importancia que tienen las relaciones sociales para un individuo y su estilo de vida, y estableció como un objetivo primordial del individuo el querer superar su sentimiento de inferioridad, es decir que el hecho de llevar o tener un determinado producto que está de moda, hace que aumente tu sentimiento de pertenencia a un grupo y con ello aumente tu autoestima.
Pero en realidad, ya se ha demostrado que la felicidad que proviene de los objetos no suele ser duradera. Es decir, cuando compramos el objeto y este representa una novedad, nos sentimos felices pero conforme nos acostumbramos a su uso, esta felicidad desaparece. Obviamente, no debemos confundir la felicidad con la satisfacción que brinda el uso de un producto. El hecho de que una persona crea que pertenece a un grupo restringido o que está a la moda, no implica necesariamente que sea más feliz.
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