Miedos infantiles (Parte II)


Que tus problemas se vuelvan pesadillas es lo peor que te puede pasar... si no habres lo ojos y ves la realidad
Arturo Cuma


No siempre las manifestaciones de los miedos y ansiedades del niño se presentan mientras el niño está despierto. Algunos de ellos pueden aparecer reprimidos durante el día, para manifestarse por la noche, en forma de pesadillas,  terrores nocturnos.





LAS PESADILLAS:



Suelen ser sueños largos y elaborados que producen terror, y hacen referencia a situaciones de peligro físico y dejan un recuerdo vivido. Aparecen en las últimas horas de sueño. Estos sueños pueden producir que el niño se despierte y cuando esto ocurre el niño recupera rápidamente el estado vigil, siendo capaz de relatar el sueño con detalles. Suelen provocar una sensación prolongada de miedo que puede dificultar de nuevo el sueño.Las pesadillas aparecen muy frecuentemente en edades comprendidas entre los 3 y 6 años, especialmente si están sometidos a un estrés psicosocial intenso (conflictos en casa o en la escuela o presencia de alteraciones emocionales).

No deben ser motivo de alarma excesiva para los padres,  a no ser que se presenten de forma persistente y con los mismos contenidos. Cuando esto sucede, señala algún problema específico que la persona no puede resolver conscientemente. 



TERRORES NOCTURNOS 

Al igual que las pesadillas, son reacciones de temor durante la noche, pero se diferencian de éstas en que el niño dormido grita y se sienta en la cama. Aparecen frecuentemente en las tres primeras horas de sueño. Los niños presentan un llanto brusco e inesperado, con una expresión de miedo en la cara y con signos de activación somática (respiración agitada, dilatación pupilar, gran sudoración) y con agitación motora que, ocasionalmente, se acompaña con movimientos repetitivos. 


Resulta muy difícil despertarlo ya que se encuentra profundamente dormido, y si se consigue el niño está confuso y desorientado, se muestra poco  reactivo al entorno, por lo que los intentos por tranquilizarlo y consolarlo son ineficaces. Aunque lo habituales que no llegue a despertarse y al día siguiente no tenga ningún recuerdo del episodio.

Por lo general,Una de las hipótesis que se barajan es la inmadurez del sistema nervioso, lo que apoya el hecho de que  los terrores nocturnos desaparecen por sí solos. Por otro lado se han relacionado también con factores ambientales como el estrés, la fatiga o las enfermedades físicas. Se considera por tanto que es mas probable que se produzcan en niños con una predisposición genética, en momentos de especial estrés.  Si son muy intensos, de larga duración  y se presentan al menos una vez a la semana es conveniente consultar con un profesional. 


La actitud de los padres ha de consistir en vigilar al niño para que no se caiga de la cama o tenga algún accidente, sin intentar despertarle ya que al cabo de unos 10-15 minutos, el episodio desaparecerá espontáneamente y el niño volverá a dormirse. 

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