Educando a nuestros hijos: prácticas educativas según la edad


Si usted quiere que sus hijos tengan los pies sobre la tierra, colóqueles alguna responsabilidad sobre los hombros.
Abigail Van Buren

Existen muchas estrategias para educar a los hijos que pueden emplear los padres. Por ejemplo, cuando un niño, cuando un niño se porta mal algunos padres opinan que lo más educativo es retirarle algún privilegio (que no juegue con la consola) para que comprenda que ha actuado mal; deben entender que el mundo funciona así y que cuando somos adultos las malas acciones son castigadas de un modo aún más severo. Otros padres opinan que lo mejor es sentarse a hablar con él y analizar concienzudamente su comportamiento, fomentando la reflexión sobre las consecuencias de su acción y sobre la forma de reparar el daño.

Estos dos tipos de padres desean lo mejor para su hijo, y comparten el objetivo de que éste se convierta en una persona adulta responsable. Pero, ¿cuál de los dos tiene razón? ¿qué procedimiento es más eficaz?

En realidad, estas preguntas no tienen una única respuesta. Los padres deben ser conscientes de que no existen "recetas educativas" infalibles para todos los casos. Lo importante en la educación es saber aplicar de modo flexible distintas estrategias educativas, de acuerdo con ciertas condiciones como la edad, el estilo de comportamiento o la situación particular en la que se aplica la estrategia educativa.

ADECUACIÓN DE LAS PRÁCTICAS EDUCATIVAS A LA EDAD DE LOS HIJOS

Los padres deben adaptar sus estrategias educacionales de acuerdo con la madurez psicológica de sus hijos. Así los procedimientos que resultan eficaces a los 5 años, seguramente no lo sean a los 15.

  • Infancia: las estrategias de control consistentes en marcar unas cuantas normas claras y coherentes y exigir su  cumplimiento de manera firme, pueden resultar muy necesarias cuando los niños son pequeños, sobre todo cuando estas normas están ajustadas a las necesidades de los niños y van envueltas en una atmósfera de afecto demostrado explícitamente y de compromiso interactivo. Los niños exploran constantemente el medio en el que se desarrollan, exponiéndose con frecuencia a peligros que los padres deben evitar. Del mismo modo, pueden convertirse en diminutos dictadores que dominan a sus padres con sus continuos caprichos. En estos casos, los padres necesitan establecer límites que hagan comprender al niño "hasta donde puede llegar". Además, los mensajes de control fácilmente traducibles a acciones concretas ("ordena tu cuarto", "no comas más chocolate") resultan comprensibles para el niño. Esto se traduce en una mayor estabilidad psicológica para éstos, pues comprenden lo que sus padres esperan de ellos, y además son capaces de prever sus reacciones.
  • Adolescencia: en cambio, numerosos estudios indican que la educación familiar de los adolescentes basada en hacer un una atmósfera de control centrada en el cumplimiento de la normativa impuesta unilateralmente por los padres, aunque ésta tenga en cuenta las supuestas necesidades de los hijos, puede resultar perjudicial. Será aún más perjudicial si va acompañada de hostilidad y rechazo, en vez de afecto; y además, implica formas más severas de restricción basadas en el castigo físico. En todos los casos, los adolescentes van a
    orientarse más hacia sus iguales, poniendo en entredicho la validez de las normas parentales. Por tanto, a estas edades son apropiadas las prácticas basadas en la comunicación, la argumentación y explicación de la norma y en el fomento de la empatía haca la víctima o la reparación del daño ya que estas prácticas generan una buena interiorización de las normas. Además, la mayor capacidad cognitiva de los adolescentes permite que entiendan perfectamente estos mensajes más cognitivos, a pesar de su mayor grado de abstracción. 
En definitiva, la elección de los mensajes más conductuales (basados en un control del cumplimiento de normas) o más cognitivos (basados en la comunicación, argumentación y el perspectivismo), debe estar orientada por el momento evolutivo del niño. Ahora bien, hay que tener en cuenta tres cosas:
  • El control educativamente conveniente es el que implica un control-guía y nunca el que supone un control-impositivo de las normas.
  • No se debe hacer un uso exclusivo del control en la infancia y de la comunicación en la adolescencia. Al contrario, se deben ir ajustando los métodos educativos siguiendo una transición suave, pues lo niños pequeños también necesitan un buen número de explicaciones adecuadas a su edad, mientras que los mayores deben seguir desenvolviéndose en un entorno familiar con normas claras y con exigencia de su cumplimiento.
  • Para que resulten adecuadas los dos tipos de prácticas, deben estar rodeadas de una atmósfera afectiva, de clara aceptación y de atención al niño en sus necesidades, intereses y preocupaciones.

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