"Vive de tal manera que, cuando tus hijos piensen en justicia, cariño e integridad, piensen en ti."
H Jackson Brown
Además de la edad, el estilo de comportamiento del niño y las distintas situaciones de la vida cotidiana condicionan la estrategia educativa requerida. Así, algunos padres se asombran cuando observan que las estrategias que funcionaron con el hijo mayor son ineficaces con la hija pequeña. Y es que los estilos de comportamiento de los hijos obligan a los padres a adaptarse a sus características específicas.
- Los niños tímidos suelen ser muy inseguros en sus relaciones sociales, solitarios e inhibidos ante los demás. Ante estas reacciones, algunos padres toman el control de la situación, tratan de resolverles de modo directivo todos sus problemas sociales y así protegerles de éstos. Otra reacción negativa que incrementa su ansiedad es "psicologizar" todas las reacciones del niño buscando el cómo y el por qué de todas ellas y dando excesivo énfasis a todos sus fracasos sociales. Todo ello aumenta aún más su sumisión, dependencia y sentimientos de angustia e inseguridad. Lo que necesitan estos niños es un ambiente hogareño poco estresante, buenos modelos de relaciones sociales en sus padres, apoyo en su autoestima, darles ocasiones para que incrementen sus sentimientos de competencia social, propiciar de modo indirecto los encuentros con otros niños, que no se centren en ellos toda la atención familiar...
- Los hijos con un comportamiento agresivo tienen dificultades para ponerse en el punto de vista de los otros, victimizan a sus compañeros, son hostiles e impulsivos en sus reacciones. Sus padres suelen tomar una de estas dos opciones: son permisivos e indulgentes (sobre todo cuando son más pequeños) o son coercitivos y punitivos (más frecuente a medida que crecen). Estas reacciones parentales tampoco son apropiadas pues alimentan el ciclo de hostilidad-agresividad entre padres e hijos. Por el contrario, las estrategias inductivas basadas en la reflexión de lo ocurrido ayudan a estos niños a ponerse en el lugar de los demás, a pensar en las causas y consecuencias de las acciones; en definitiva, a desarrollar un pensamiento que medie en la realización impulsiva de la acción.
La situación es otro condicionante importante a la hora de seleccionar las prácticas educativas. En la situación debemos considerar elementos tales como el escenario público (parque, restaurante...) o privado (casa...), y la presencia de otras personas en la escena (hermanos, abuelos...). Estos aspectos pueden modificar el tipo de estrategia utilizada, aunque quizás lo que resulta verdaderamente determinante es el tipo de acción desarrollada por el niño. En general, podemos diferenciar tres tipos de situaciones asociadas a determinados problemas de los hijos:
- Problemas de externalización consistentes en la trasgresión de normas morales, cometer actos de violencia y daños a terceros (pegar, romer cosas...)
- Problemas de internalización consistentes en conductas de aislamiento, rechazo social e inseguridad (no relacionarse con los demás, haber recibido burlas...)
- Problemas de violación de convenciones sociales consistentes en saltarse ciertas normas convencionales (ser grosero, comer de manera inapropiada, tener malos modales...)
Un gran número de estudios indican que los padres varían sus etilos según la naturaleza del problema (Hoffman, 1970). La elección del tipo de disciplina depende del tipo de atribución causal que realizan ante la conducta del hijo (a qué se debe esta) y la emoción que en ellos suscita (cómo me siento ante dicha conducta). Respecto al tipo de atribución, los padres interpretan que los problemas de externalización y de internalización son producto de la personalidad de sus hijos, y por tanto piensan que son rasgos estables y duraderos, prestando mucha importancia a dichos problemas.
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